El Templario Negro de Monzón
Descubre la fascinante historia detrás del Templario Negro de Monzón, una figura misteriosa que ha dejado una marca indeleble en la cultura...

La Leyenda del Templario Negro de Monzón
En las tierras altas del Somontano, donde los vientos del Pirineo acarician las piedras antiguas del castillo de Monzón, se guarda un secreto enterrado bajo siglos de silencio, fuego y sangre. No está en los libros, ni se enseña en las aulas. Solo lo susurran los ancianos cuando el vino es fuerte y la luna está roja: la historia prohibida del Templario Negro.
El Guerrero del Silencio
Corría el siglo XIII. En una época donde la luz de la Iglesia dominaba Europa y la Orden del Temple se alzaba como fuerza sagrada y militar, un caballero diferente surgía entre los muros de Monzón. Su nombre era Armand de Midrax, hijo bastardo de noble desconocido, criado entre monjes guerreros y eremitas aragoneses que aún recordaban ritos antiguos, más viejos que Roma y más sabios que Jerusalén.
Educado en la mismísima fortaleza donde se custodiaba al joven Jaime I de Aragón, Armand no sólo dominaba la espada, sino también los misterios olvidados: geometría sagrada, lenguas muertas, y un conocimiento oculto que hablaba de una sustancia primigenia que ligaba todo lo vivo, conocida por los alquimistas como la quinta esencia de la vida.
Pero no todos los templarios miraban con buenos ojos su erudición. El saber de Armand no venía de los evangelios, sino de códices prohibidos, heredados de los antiguos gnósticos y herejes cátaros, ocultos en criptas selladas bajo el castillo.
La Herejía Innombrable
Años después, cuando la corona aragonesa y el papado declararon enemigo a la Orden del Temple, el castillo de Monzón resistió siete largos meses de asedio. Los templarios, rodeados y sin esperanza, eligieron morir con honor. Todos… excepto Armand.
Él descendió a las criptas, donde guardaba un libro encuadernado en piel humana: el Codex Umbrae. En él encontró un antiguo ritual, capaz de sellar el alma en el plano físico más allá de la muerte. Pero exigía un precio: sacrificar a sus hermanos templarios en un círculo de sangre, y renunciar a la luz para abrazar las sombras eternas.
Dicen que lo hizo sin vacilar.
Cuando las tropas del rey Jaime II entraron en el castillo, hallaron la capilla cubierta de símbolos profanos, los cuerpos de los templarios dispuestos como estrellas, y en el centro, Armand de Midrax, de pie, con su armadura negra y su cruz invertida. No luchó como un hombre, sino como un juicio encarnado. Su espada no cortaba, devoraba. Sus ojos, vacíos de alma, brillaban con un fuego frío.
La Última Noche – Septiembre Oscuro
Fue el obispo de Lérida quien logró finalmente derribarlo, no con acero, sino con un crucifijo forjado con huesos de santos caídos y un fragmento de la Vera Cruz. Lo clavaron al suelo de la cripta, entre cánticos en latín invertido, sellando su cuerpo... pero no su alma.
En sus últimos alientos, Armand susurró:
“Viviré. Mientras haya traición, mientras la sangre fluya, mientras alguien busque el poder de la quinta esencia… yo regresaré.”
Entonces, el cielo se oscureció por tres días. Las campanas de Monzón repicaron solas. Y cuando volvieron por su cuerpo… ya no estaba.
El Eco de la Maldición
Desde entonces, se habla de él en todas las lenguas pero con ningún nombre. Se le llama El Maldito, El Guardián de las Sombras, El Templario Negro.
Algunos lo vieron en la Noche del Fuego, siglos después, cuando un rayo partió la torre del homenaje. Otros, juran haberlo encontrado en sueños, ofreciéndoles conocimiento, poder, y eternidad... a cambio de una sola cosa: lealtad a su causa. La cruz negra. El pacto eterno. La orden que no murió.
El Regreso del Guerrero
Hoy, siglos después, Monzón celebra el Festival Black Templar. Pero bajo la música, los estandartes y las luces modernas… algo se mueve. Las piedras susurran. Las antorchas fallan. Y hay quienes sienten una presencia en la torre más antigua, justo cuando septiembre abre la puerta a la oscuridad.
Dicen que Armand de Midrax ha despertado, atraído por quienes aún creen en la vieja sangre. Por los que entienden que la historia oficial es solo una tapadera. Que en este mundo, hay fuerzas que nunca fueron derrotadas.
Y cada año, cuando la luna cae más baja y el viento ruge sobre el Cinca, puede escucharse una voz entre los ecos de las murallas:
“No he muerto. He regresado.”
🕯️ Festival Black Templar - Monzón
Donde la historia no termina...
Sino que despierta

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